domingo, 22 de mayo de 2011

MIX MUX DE TITÁN CONTRA SUPERELLA

Superella voló raudamente sobre la ciudad iluminada por los fuegos. Debía decidir entre apagar el incendio en el hogar de ancianos o salvar al millonario dueño de todos los locales nocturnos de Fashion City (quien era, además, su principal benefactor). Pero una tercera catástrofe se presentó en ese instante: el centro comercial de la moda comenzaba a quemarse, poniendo en peligro miles de vestidos de las colecciones europeas, recién llegados al país. El dilema era interesante. ¿Acaso su supervelocidad podría resolverlo? Imaginaba los resultados: no solo la aprobación popular sino además conseguiría lo más importante, cientos de vestidos y zapatos para alegrar sus noches, para enamorar a su pareja, para explotar de placer en su fetichismo elemental. Por eso, le pidió a su habilidad que llegase al extremo. Entonces, su cuerpo se transformó en luz (una estela que llenó el cielo) y así llegó a su primer destino.
El centro comercial ardía de un modo insólito: el fuego respetaba los locales de ropa de caballeros, las librerías y tiendas de electrodomésticos y se ensañaba en aquellos en los que las prendas femeninas empezaban a convertirse en cenizas de seda y los estampados chisporroteaban como brasas. De pronto, en medio de las llamas, apareció una figura gigantesca.
—¿Qué te parece mi obra? —El sonido profundo de una voz maligna llenó el espacio e hizo vibrar el incendio con tonalidades cristalinas.
—¡El maligno Mix Mux de Titán en persona! Debí imaginar que esto era tu obra.
—Necesitaba un poco de calor, mi reina —dijo el malhechor.
La gigantesca mole se recortaba entre las llamas, como una extraña alucinación. Sus músculos eran imponentes. Su cara, pura piedra tallada con rasgos de una crueldad pornográfica. Superella no pudo evitar que su mente vacilara unos instantes ante aquella visión, especialmente ante los pantaloncillos cortos de aquel monstruoso, pero viril villano; ante esas piernas peludas, que hacían juego con la pelambre de los brazos, desnudos por la chomba a tono que llevaba puesta. Quizás sí, destemplaba un poco el sombrerito con hélice que llevaba en la cabeza, pero malvado y ridículo, Mix Mux era también un semental incomparable.
Superella respiró hondo y sin derrochar palabras con la bestia, consiguió con el celular en una mano descifrar el código para intensificar el caudal de lluvia de los aspersores del centro comercial. Con la otra mano, tiró uno de sus lazos-pulseras elásticas, desviando las cañerías de agua. Además de apagar el fuego, consiguió que le propinaran a Mix Mux de Titán un profundo baño. En cuanto el incendio estuvo controlado, entregó al maligno a la peluquería en la que tenía cuenta corriente. Y tomando envión hacía el millonario en problemas, le dijo:
—Más que calor necesitabas limpieza, Mix Mux!
Lo único que no consiguió fue el clamor popular: esa noche 27 ancianos murieron carbonizados en el asilo que Superella no salvó. Los medios, como siempre, desconocieron el hecho.
—Pero no sufrieron mucho —dijo al día siguiente, en el diván de Susana Tinellis de Legrand, frente a millones de televidentes. Además, con esta nueva ropa, puedo salvar gente que realmente lo necesita y verme hermosa a la vez, no como antes.
Y dando una vuelta, mostró la nueva colección de Teté Giordano, regalo del centro comercial, para regocijo de miles de sus fans, muchos de ellos aliviados ahora de la cuota mensual del geriátrico.

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